Como en los seres que respiran, el acto de hacer el amor en las ballenas produce el más intenso placer. Se disfruta y enriquece el espíritu de esos animales gigantes.
Copular por copular no es el signo de esta especie. Las ballenas jorobadas escogen desde el lugar del santuario hasta la época del año que les proporciona mayor disfrute.
Como el acto sexual no es dado para los mares fríos y profundos donde viven esos mamíferos, en épocas de intenso invierno, cuando la superficie acuática adquiere la forma de grandes llanuras de hielo, las ballenas jorobadas emigran al trópico en busca de la tórrida temperatura de sus aguas. En ellas no sólo hallan el mejor pretexto para cobijarse del implacable estado del tiempo, sino buscan la fuente de placer como -en el caso de las hembras- y el nido mejor para el nacimiento de sus crías.
En la Bahía de Samaná parecen brillar ciertas condiciones y cada año cientos de ballenas jorobadas aceptan en su propia piel la magia caribeña. Allí, pasan “su verano” en culto a la mayor plenitud.
Para los dominicanos se ha vuelto un mito el invierno samanense, entre ballenas jorobadas, turistas deslumbrados, artesanos buscavidas, guías turísticos de todas las especies y periodistas atentos a la historia que desde sus respectivas trincheras deben marcar a estos mamíferos cantores, como en pocas partes del mundo lo pueden hacer.
La conciencia nacional en favor de las ballenas no sólo es elevada, sino innegociable: buscan aguas protegidas de cualquier contaminante que pueda enfermarlas. Queremos demostrar que estamos preparados para lo peor: secar el mar de preguntas indiscretas y dejarlo sólo con el termómetro del tiempo. Pero también, de cuando en vez, abusar de su paciencia en pos de una cultura contemplativa, es más que suficiente. Las aguas se llenan de embarcaciones de todo tipo para la aventura. Mirar a las ballenas jorobadas implica, desde correr a su lado hasta la reverencia: ellas realizan el salto acrobático más audaz que mamífero alguno pueda emprender. Al menos, tiene animosidad y salud para sacar todo su cuerpo fuera del mar y mecerlo a los cuatro vientos en forma deslumbrante. El hombre queda atónito y vencido ante tanto esplendor y sólo se pregunta si podrá descubrir alguna vez el misterio más aterrador que las envuelve: el acto de hacer el amor.
Hacer el amor
Nadie ha podido descubrir cómo las ballenas hacen el amor. Lo que no está en duda es el ritual previo y su posterior disfrute. Las ballenas jorobadas aman desaforadamente como bestias hambrientas de placer y lo hacen hasta sus últimas consecuencias.
Sin embargo, la forma en que copulan y el tiempo de erección del pene del macho dentro de la vagina de la hembra, no se ha determinado con exactitud hasta el presente. Miles de estudios científicos han caído ante la imposibilidad humana de presenciar, ya bien física o fotográficamente, el acto de copular.
Unos pocos sostienen que debido al tamaño del pene del macho (de 1.80 a 2 metros), el introito se realiza durante los breves instantes en que la pareja salta y se mantiene en el aire.
Para los que sostienen esta teoría, cuando caen de nuevo al mar, ambos animales quedan inseparablemente unidos, como los perros. Así, navegan juntos por un tiempo indeterminado hasta que el macho eyocula y fecunda a la hembra.
Otros suponen que hembra y macho se unen mientras nadan, y dentro del agua, al contacto de sus cuerpos, se produce la penetración. Esta teoría, aunque es más cercana a lo posible, tampoco está corroborada por la ciencia. El desconocimiento aparece ante la imposibilidad de seguir de cerca a la pareja de amantes debido a la alta velocidad en que se desplazan instantes antes de hacer el amor.
Además, no se ha podido mantener un equipo fílmico que recoja los secretos de intimidad debajo de las aguas por la facilidad con que puede ser vulnerado debido al desarrollado sentido del olfato y al oído de estos mamíferos que, como cualquier mortal, no están dispuestos a que nadie interrumpa su privacidad.
Ritos
El proceso anterior al acto sexual sí ha podido ser filmado. Algunos científicos lo llaman el “Grupo Competitivo”, porque se integra por una cantidad indeterminada de machos, nunca menor de tres y nunca mayor de veinte, que compiten por aparearse con la hembra fértil.
En estos grupos viaja una sola hembra, el cent ro de principal atención, su acompañante principal – nada a su lado -, un retador, que aspira a ser el acompañante principal, y un número variable de acompañantes secundarios. Estos grupos se caracterizan por la realización de un ritual que va desde la rapidez del nado hasta la violencia física en procesos donde despliegan gran energía y actividad. El primer reto es el desafío. El acompañante principal es empujado, chocado y golpeado por quienes aspiran a reemplazarlo. A veces se lanzan unos machos sobre otros no permitiéndoles salir a respirar.
En otras ocasiones, los machos se atacan entre sí con furia y se golpean con la cola en la cabeza hasta sangrar.
Esta conducta violenta unida a la velocidad del nado crea un ambiente de excitación que no concluye hasta la copulación: el macho que resulta vencedor se queda navegando a solas con la hembra, a mayor velocidad aún, y comienza a cantar a viva voz, junto a su épica victoriosa, el júbilo del objeto de placer.
La hembra es cantada por su macho victorioso, mientras se le va acercando cada vez con mayor lascivia, roza su vientre, la embiste con un cariñoso empujón, tiempo que sirve de preparación para que su pene salga de su escondite y alcance su tamaño normal.
Saltan, juegan y nadan a gran velocidad hacia el sexo con el deseo a flor de piel. Los machos vencidos retroceden del espectáculo, se retiran a cobrar fuerzas para intentar la cúpula al siguiente día con otra hembra.
Mientras, la pareja triunfante sale rumbo a lo desconocido: a disfrutar el placer ganado en buena lid en uno de los actos más hermosos y llenos de misterio que pueblan el reino de los mamíferos.
Cantos de ballena
Los cantos de la ballena jorobada son los más especiales. Sus sonidos contienen indiscutibles arritmias melódicas. Los machos son ejecutores y lo hacen siempre durante el proceso de lucha y copulación.
Hay quien sostiene el doble propósito del canto, primero como definición: una advertencia a los otros machos de que deben alejarse de su territorio; y segundo como recurso de cautivación y cortejo a la hembra, momentos antes de iniciar el coito.
Son extensos, hermosos y complicados esos cantos. A pesar del sonido animal, conllevan rasgos musicales de indudable autenticidad que los acercan a los ruidos humanos.
El sonido viaja debajo del agua más que en el aire, y puede atravesar, según los científicos, hasta unas cincuenta millas de distancia.
El canto es el final del rito antes del sexo. Es su magia, condicionamiento y preparación: la hermosa manera de advertir que la plenitud del goce está a punto de llegar.
La fecundidad
De un sólo contacto sexual, la ballena sale embarazada – siempre de una sola cría -, embarazo que tiene una duración de once meses.
Al llegar la primavera (marzoabril) al Caribe, la hembra fecundada retorna a su hábitat para regresar a dar a luz al siguiente año a las mismas aguas donde disfrutó el placer.
El nacimiento del ballenato y el cuidado del embarazo por parte de la madre es tema de otra historia que casi advertirnos como la consumación del deseo carnal.
Baste la insólita información de su lactancia: los senos de la ballena, escondidos dentro de la parte superior de su vientre, sólo resurgen cargados y potentes chorros cuando el crío golpea una y otra vez su lugar.
El acto de lactancia dura instantes. Junto con los senos nace la urgencia del decir, y el ballenato, con la boca abierta recibe los intensos chorros de alimento materno que, de manera acumulativa, calman el apetito por varias jornadas.
La cueva del amor es el nombre que muchos desean como tributo a la magia del sexo para La Bahía de Samaná. Al menos, las jorobadas saben apreciar el calor de nuestras aguas y sus evidentes bonanzas costeras en favor de su vida, cuidado y reproducción. Es su segunda patria, escogida en un sentimiento que viaja de la satisfacción a la malicia. El acto de hacer el amor exige su propio espacio, el reino mayor sobre la tierra.